miércoles, 7 de julio de 2010

El encomio de la sandez, de Erasmo de Rotterdam

Erasmo fue uno de los primeros humanistas del renacimiento, con una gran vocación didáctica y temporizadora. Se mantuvo siempre en ese punto altamente inestable e incómodo (sobre todo para él mismo) en el que se es crítico con el sistema pero sin llegar a decidirte a romper con el. En su caso el sistema en cuestión era la Iglesia Romana, de la que denunció sus abusos, pero a la que finalmente se mantuvo fiel, cuando los ideales de la recién nacida reforma luterana comenzaban a inundar como una gran ola todo el pensamiento intelectual de la Europa del siglo XVI, llegando incluso sus representantes a intentar convertirle a la nueva fe, sin conseguirlo.

Este Erasmo, doctor en teología, conocedor de Florencia, París, Basilea y Londres, estimado por Enrique VIII, y amigo de Thomas More, dejó para la posteridad un librito que no deberíamos dejar de leer, El encomio de la sandez, o El elogio de la locura como también se le conoce. Escrita en Inglaterra en 1509, es una obra que critica con dureza e ironía la sociedad de la época, sobre todo los abusos de los poderosos, entre ellos por supuesto, la curia romana. El libro nos presenta a un personaje que actúa como narrador, y que es la locura misma, o mejor la sandez, o la estulticia, dándose a conocer como la gran musa e inspiradora de la sociedad. El tono de la obra es altamente cómico, siguiendo tradiciones antiquísimas donde la burla y la crítica mordaz son elementos didácticos poderosos y claramente reconocibles por todos, pues hasta el vulgo, en su intimidad, se burla e ironiza con un sistema que pretendidamente cristiano, favorece únicamente a la oligarquía . También critica Erasmo la sandez del pueblo, pues, como podemos intuir la simbiosis entre el sandio vulgar y el sandio poderoso es necesaria para que ambos sobrevivan.

En el elogio de la sandez se incluyen ejemplos de la conducta de los teólogos y predicadores de la época, sus ademanes pomposos y toda su fatua solemnidad, para no decir nada, o mejor para no decir nada de provecho, al menos para el provecho del cristiano de la calle. "...si citan una palabra del Evangelio la comentan aprisa y corriendo, como si no tuvieran que ocuparse de ella, cuando en realidad los pasajes a esto referentes deberían ser el verdadero discurso", leemos en un párrafo del Elogio. El elogio de la sandez termina en cierto sentido defendiendo la sandez como contraria a la estupidez, y como sinónimo de simplicidad y sinceridad cristiana, tan alejada de la vida pública que el devenir de una reforma religiosa solo fue una consecuencia lógica, pues algunas actitudes de los supuestos representantes de Cristo llegan a tal nivel de hipocresía y falsedad que solo un poderoso cambio en el entorno les obliga a moderarse, cosa que sucedió, aunque les costó bastante.

Es un libro que me encanta, del que aprendí cientos de palabras que no conocía como cíngulo, nefando o bombardas y gracias al cual también supe que mucho tiempo atrás algunas personas escogieron un camino valiente y "loco" al combatir las prácticas de las oligarquías sin abandonar sus creencias y su pensamiento libre, siendo al mismo tiempo crítico y honesto con uno mismo. "Veo que estáis aguardando el fin; pero seréis demasiado sandios si os imagináis que me acuerdo de una sola palabra de toda esta barahunda que acabo de soltar" Magnífico Erasmo.