viernes, 22 de julio de 2011

Hernán Cortés, de Salvador de Madariaga

Los conquistadores españoles de la época del descubrimiento no  gozan de muy alta estima en estos tiempos. Por un lado la leyenda negra sobre las formas y el fondo de la España de los siglos XV al XVII, donde toda acción española de la época es vista como un reflejo de la Inquisición por un lado o bien del Imperialismo por otro aunque después de varios siglos de leyenda negra, y visto lo visto en otras potencias occidentales, me rio yo de estas ideas. Culpa tiene también la acción  inevitable de la modernidad, donde los que topan con la épica la desechan rápidamente a menos que venga enfundada en un traje de mallas y la estrenen en cines del orbe.

Y sin embargo, antes de la era de los inventores, los descubridores fueron lo más parecido a un superhéroe: recorrían grandes distancias en naves impresionantes, conocían personas que parecían salidas de otro planeta (con razón lo del Nuevo Mundo, que podíamos haberle llamado el Otro Mundo, de diferente que era...), venían de lugares más desarrollados (¡ejem!) y tenían poderes, como tecnología punta en armamento, unas prendas de vestir metálicas y resistentes y para colmo los mismos nativos los confundían con dioses... Vamos que lo de Superman o Iron Man ya ven que no es muy original...

Las biografías de estos hombres nunca han faltado y tal y como hemos insinuado algo más arriba, hasta hace unas décadas el enfoque de sus vidas y logros en la era de los descubrimientos era positiva, al menos por parte de los intelectuales hispanos. Uno de ellos es Salvador de Madariaga que en 1941 publica Hernán Cortés, obra rigurosa y amena sobre la vida de este personaje, ahora con tan mala prensa. Nos recuerda brevemente su procedencia extremeña, su infancia de salud delicada, sus estudios en Salamanca donde vivió la efervescencia producida tras el descubrimiento de América. Esta efervescencia sin duda contribuyó a que el espíritu inquieto de Cortés decidiese pasar de testigo a protagonista de la historia. Tras unos pocos años, con solo 19 años, salió Cortés rumbo al Nuevo Mundo en una nao que arribó en La española

Madariaga continúa la biografía de manera culta y entretenida, retratando no solo a Cortés, sino a la sociedad que emergió alrededor de las Indias, basculando del descubrimiento a la conquista, de la conquista al expolio, y del expolio al descubrimiento. Se nos recuerda de quien aprendió Cortés, como descubrió Veracruz, entre otros lugares,  y porqué existe una expresión española que habla de "quemar las naves". Ahora, siglos después de los hechos narrados en esta biografía, y tras lograr las naciones de América su independencia, estamos descubriendo un nuevo mundo no tan físico, sino intelectual y espiritual muy poderoso, lo cual es bueno, aunque el expolio continúa por parte de las empresas extranjeras que siguen el mismo proceso de siempre descubrir, conquistar, expoliar... y esto es malo...

Pero volviendo a Cortés, Madariaga no es condescendiente con sus hechos, pero tampoco hace como muchos actualmente, que juzgan el mundo de siglos ha con los valores de nuestro tiempo, para acallar las conciencias de una humanidad que igual que toda persona, está llena de contradicciones, dudas, miedos y ambición. Aprenderemos de un hombre de gloria, pero también de fracasos, e incluso de remordimiento por el trato dado por los españoles a los indígenas. Os dejo con un par de pasajes de la obra:

" Arduos esfuerzos de mente y corazón le habían alzado a la estatura de héroe de la humanidad. Pero como tal, ¿que podía hacer, sino errar? La pobre humanidad que lleva siglos buscando su paz y unidad por los caminos tortuosos de la historia, avanzando a tientas, casi ciega, a la débil luz de su razón, por la realidad exterior y por la más poderosa todavía de su propia alma, en un mundo que le cela tercamente sus secretos, la pobre humanidad es cruel devoradora de sus propios héroes, a quienes condena a malgastar  tesoros de energía y de abnegación en gestos de trágica incoherencia para con los fines que ella misma persigue."

" Había avanzado [Cortés] en nombre del Señor, soñando crear una nueva nación cristiana constituida con los naturales, por el salvados de su paganismo, y con los españoles que irían a poblar, ilustrar y "ennoblecer" la tierra"

Y ya se sabe, los sueños... sueños son.

Hasta pronto

domingo, 3 de julio de 2011

El Hobbit, de J.R.R. Tolkien

La primera impresión que me viene a la memoria al recordar la lectura de este libro es pasión. Una pasión casi enfermiza me atrapó durante los días que leí El Hobbit cuando era adolescente. Un amigo me lo recomendó, junto a El Silmarillion, escritos ambos por Tolkien, el británico también creador del Señor de los anillos. Tolkien, lingüista experto y gran conocedor de las mitologías nórdicas, dió comienzo a El Hobbit alrededor de 1930, siendo profesor en Oxford. Sería también en Oxford donde formase parte del grupo literario Inklinks, junto a C.S. Lewis, el autor de Las Crónicas de Narnia, entre otros amigos.

Con Tolkien nació una mitología irrepetible, personal y por supuesto imaginada, poblada de seres de todo tipo, con un lenguaje y geografía propios dando forma al incipiente género literario de la Fantasía, una mitología que nadie ha llegado a igualar, ni de lejos. Tolkien, mas que una mitología, crea una cosmología, donde todos los elementos encajan a la perfección. Y prueba de ello es El Hobbit

En el Hobbit están presentes los elementos de la creación de Tolkien. Tenemos a Bilbo Bolsón, el hobbit del titulo, buscando un tesoro por tierras desconocidas, unido y enfrentado a enanos, elfos, trolls, trasgos, usando la magia así como la inteligencia para superar las pruebas y gestas en el camino. También en El Hobbit vemos una literatura superior, la que corresponde a un creador de la medida de John Ronald Reuel Tolkien. Escribe con pasión, con mucha acción, mostrando de la trama la punta del Iceberg y haciéndonos morder las uñas cuando parecería que Bilbo vaya a ser atrapado por sus enemigos, antes de sorprendernos con un escape increíble...

El Hobbit es un primer acercamiento a Tolkien, junto con El Sillmarillion, que fue completado después de su muerte. Es un paso en el viaje, antes de llegar al tesoro, el tesoro de Tolkien y que es La trilogía del Señor de los anillos. Pero no creáis que en comparación a ésta última obra El Hobbit es una novela menor. El tesoro, sea cual sea y del tipo que sea, se aprecia más cuando es fruto de un viaje entretenido, apasionado y  vigoroso, del que hemos salido con éxito por que la Fortuna favorece a los valientes...

Pero como alguién dijo, para entender qué grande es Tolkien en general y El Hobbit en particular, hay que leerlo. Y si tienes un corazón fuerte, una mente despierta y dispuesta, tuya será la recompensa. Habrás vencido al dragón.

Os dejo un pasaje:

"- ¡Esto no irá bien! -dijo Thorin- Si no salimos despedidos, o nos ahogamos, o nos alcanza un rayo, nos atrapará algunos de esos gigantes y de una patada nos mandará al cielo como una pelota de fútbol.
- Bien, si sabes de un sitio mejor, ¡llevanos allí! -dijo Gandalf, quien se sentía muy malhumorado, y no estaba nada contento con los gigantes."  

Saludos